Nunca me había pasado, no podía explicárselo a nadie. La gente se mofaba de mí al ver que hablaba sólo, me miraban como si fuese un tipo raro.
Al principio se hacía complicado disimular lo que me pasaba, tener que mirar por cada esquina por si estaba todo despejado y tenía vía libre para estar tranquilo. A medida que el tiempo pasaba, yo me iba acostumbrando al bochorno, al sufrimiento, a la fatiga de día tras día... Pero, a pesar de habituarme a la rutina, cada vez que ella venía me ponía nervioso, era como agobio creo, una sensación tan extraña y atosigante que me hacía sudar. No podía quitármela de encima.
Estaba agotado ya, o tal vez aburrido de que estuviera siempre diciéndome lo que tenía que hacer y lo que no. Un día decidí agarrar al toro por los cuernos. Fue un error pero pensaba que para ganar tenía que arriesgar. Puse tono de enfado para hacerle ver que yo llevaba los pantalones.
- Yo: ¡Vete de una vez!, ¡Ya estoy harto de tí!. ¿Por qué no te largas?
- Conciencia mala: No, no puedes librarte de mí.
- Conciencia buena: Sí, ella lleva razón. Formamos parte de tí, no puedes deshacerte de la conciencia. De hacerlo, te perjudicaría sólo a tí.
La discursión se me fue de las manos, parecía que por una vez estaban de acuerdo el bien y el mal. Yo quería llevar los pantalones pero ella decidía como quedaba la cremallera, abierta o cerrada.
- Yo: ¿Qué pasa?.¿Es que también quieres decirme lo que tengo que hacer ahora?. ¡Lárgate ya!, no quiero volver a verte...
Esto último lo dije mientras caía sudor por mi mejilla. ¿O no era sudor?, ¿Una lágrima quizás?. Pues sí, la pena me comía por dentro, al mismo tiempo que el éxito. Cuando se fue, todo empezó a ir mal. Me encontraba sólo. Empecé a ser alguien respetable pero eso no me llenaba.
Pasó mucho tiempo, y ahora vivo, por llamarlo de alguna manera, porque para mí no existe vida si no está ella. Hago cosas que no tengo que hacer y no hago cosas que sí tengo que hacer. La necesito, igual que una planta necesita sol y agua. Sólo deseo que algún día vuelva, que me perdone por el daño que le hice, por esa herida causa de mi egoísmo. Por favor, te lo pido: ¡Vuelveeeeeeeeeeeeee!
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