Desde que puse los pies en el suelo pienso en cosas que no pensaba antes. Hace unos meses la felicidad la tenía al alcance de una llamada, de un pique en el autobús, de un paseo en bici o incluso de 5 minutos caminando. No tenía que buscarla. Mis preocupaciones se centraban entonces en mi futuro. Cuándo empezaría a trabajar, qué estudiaría, cuándo independizarme, etc. En fin, demasiados planes y demasiado lejanos teniendo en cuenta que todavía no he aprendido a hacerme una tortilla de patatas.
La felicidad como estado natural
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